20 de enero de 2011

Estudiantes y docentes de Chaco con Juan Sasturain

El pibe tiene 16 y desde hace una hora usa lo que tiene a mano (la función de filmación del celular) para retener lo que está pasando. No es la final de un campeonato de fútbol, no es la presentación de su banda favorita en un estadio, no es una pelea callejera ni un amigo que hace una broma escatológica, no. En la pantalla brilla la calvicie de un señor sesentón que, con lujo de detalles, ateniéndose a las palabras textuales que leyó cuando era chico en los años 50, narra de memoria, entero, de pe a pa, El eternauta.

Y no se detiene ahí, Juan Sasturain, el escritor Juan Sasturain, que es el señor en la pantallita. Porque después de esa hazaña que deja boquiabiertos y entusiastas a los 150 jóvenes que desafiaron el mal tiempo encontrarse con él, todavía tiene energía para leer, a demanda y de cosecha propia, un cuento de fútbol y otro de pura imaginación: Suspiria la Sentimental, de su último bello libro Los Galochas, ilustrado por Liniers.

Y como Suspiria habla de sentimientos abre todo un tema: las risitas cunden cuando Juan los invita a encontrar en la literatura palabras nuevas, que no estén vacías ni gastadas para declarar, cuando lo sientan, el amor. “Pero de ninguna manera mandarlo como mensaje de texto” les recomienda.

“Eso vamos también vamos a ponerlo en nuestro blog”, declara un grupo que toma fotos insistentemente y solicita un autógrafo para digitalizar desatando una discusión sobre la seguridad o no de la práctica.

Una quincenañera se declara decepcionada por La Metamorfosis y pregunta si existe otro texto de Kafka que esté “más bueno”. “Es raro que no te hayas sentido identificada—le responde Juan —.¿Nunca te sentiste un bicho raro ante la indiferencia del mundo?”

“¿Qué lo inspira para escribir?” La pregunta viene desde el fondo, de otro joven con gorra y capucha hasta las cejas. “Sacate todo eso de la cara y te contesto”, replica con paciencia Juan, que no descalifica ningún comentario, que los insta a leer para vivir más cosas, a identificarse con los poemas de Rimbaud (y los reproches que le hacía su madre), a no quedarse con lo fácil, a educar el gusto, a “no tener materias previas con la vida”.

Muchas cosas interesantes suceden en los tres encuentros que sostiene Sasturain con estudiantes de Resistencia, también en la conferencia ante docentes y quienes lo serán en el futuro, donde, entre mates y chipá, les propone como método para iniciar a los estudiantes en un camino de lecturas literarias el simple “presentar a alguien”. Acercarse al alumno y decirle: “te presento alguien que yo conozco, te presento opciones, te presento gente distinta. Partir de la propia experiencia de lectores y explicar llanamente por qué cada uno llegó ahí, por qué eligió ese texto y no otro”.

Pero acaso lo mejor llega cuando todo ha terminado y un profesor de los muchos que acompañaron a sus chicos a los encuentros recibe el siguiente mail que confirma que siempre abrir un espacio inteligente para hablar de lecturas, más aún con alguien como Sasturain, tiene sentido y despierta el deseo de leer:

“Profe re copada estuvo la charla, me hubiera gustado que dure un poco más lo único.
Gracias por la info no me acordaba del que abandono la literatura a los 19 años!!
Yo quiero el relato ese que nombró (que habían encontrado no sé dónde) que dijo que no se sabía bien a qué género pertenecía. Pero no me acuerdo el nombre...era medio raro me parece, jaaja.
Si se acuerda me dice el jueves o me manda un mail”.