12 de marzo de 2012

En el mes de la Memoria compartimos un fragmento del Cuento "La Vela" de Margara Averbach

LA VELA (a los compañeros de Carajo 72)
Para leerlo completo ir a de http://www.margaraaverbach.blogspot.com/

Hubo diecisiete velas. Diecisiete. Yo no lo sabía pero, cuando me preguntaron si quería, estaba preparada.
Había ido a la reunión sin demasiadas expectativas. Tal vez me convenció la voz de Carlos en el teléfono, extrañamente intensa, necesitada casi, ¿Vas a venir?, ¡Dale!, es un ratito, como si realmente le importara que yo dijera Sí y que cumpliera. Tal vez fue porque era sábado a la noche y yo, tirada en la cama, la televisión encendida para que hubiera voces a mi alrededor, también necesitaba algo, cualquier cosa.
Así que me senté a un costado en el living repleto, dispuesta a no hacer nada, a decir No, a levantarme e irme si hacía falta para defender el lugar que siempre había tenido entre ellos: mi rincón a un costado del mundo, en el primer banco, cerca de la ventana. Pero cuando me preguntaron --Laura nada menos, con esa voz autoritaria y decidida que yo sentía amarga, insoportable--, me sorprendí diciendo, Bueno, si no le molesta a nadie, yo podría hacer la de Alejandra.
Alejandra Pardás.
Era de noche y el living estaba lleno de risas, cuadernos abiertos de par en par, vasos que se rozaban en el aire. Cuando dije Alejandra, los ruidos y la luz cambiaron un poco, como si mi padre le hubiera puesto una lente distinta a su cámara de fotos y yo me hubiera tapado los oídos al mismo tiempo. Tengo los pies bien apoyados en la tierra: sé que no fue algo general; incluso en ese momento, sabía que me estaba pasando a mí solamente. Que los demás no habían notado nada. De todos modos, eso no me asustó: en los años malos también había vivido así, en un planeta diferente, exclusivo y solitario.
Alejandra Pardás, dije.
Nadie me discutió, ni siquiera Fernardo Duras, su noviecito de entonces.
Alejandra se sentaba justo detrás mío. Desde el principio, creo.

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